En nuestro tiempo de falsedades históricas, se ha presentado la Edad Media como una época obscura y monstruosa, en la que se consideraba que la mujer no tenía alma ni derechos*; y que ha sido el socialismo el que ha venido a liberar a la mujer de la “opresión” masculina. Los documentos históricos son elocuentes para mostrar lo contrario.
Mientras que las referencias a la mujer en la Edad Media son abundantes, la mujer en sociedades como la de Siam, en cambio, o según los derechos cuneiformes, o en el derecho maliki magrebino, no hablan de ella para nada. Es igualmente inútil buscar un estudio sobre la mujer en las sociedades célticas.
¿No es sorprendente, en efecto, pensar que en los tiempos feudales la reina era coronada como el rey, con dominio real?
Un rápido repaso de las reinas da una idea bastante exacta de lo que pasó en la sociedad. Mientras que la mujer en los tiempos antiguos es constantemente relegada, incapaz de reinar, de ejercer su derecho sobre sus bienes… en tiempos medievales los muchachos y muchachas se encontraban en pie de igualdad rigurosa.
En efecto, a mitad del s. XIII la universidad tuvo que dispensar el derecho romano porque no admitía más que el pater familias. Por otra parte, la difusión del cristianismo había ido introduciendo desde sus comienzos la libre elección de los esposos.
Las simplezas que se han vertido sobre que “la mujer no tenía alma” para la Iglesia medieval presentan serias lagunas:
- pues en la Iglesia antigua y moderna la mujer ha gozado siempre de alma, y la Iglesia nunca ha cambiado sus criterios;
- pues la Iglesia no da la comunión ni confesión a seres sin alma, por ejemplo, y a ellas siempre se las ha dado;
- pues la Iglesia ha propuesto siempre modelos femeninos de heroínas, a diferencia de la cultura pagana: Santa Inés, Santa Cecilia, Santa Catalina de Siena…
Santa Hildegarda von Bingen, una de las personalidades más fascinantes y polifacéticas del Occidente europeo, se la definió entre las mujeres más influyentes de la Baja Edad Media. Es conocida como la sibila del Rhin y como la profetisa teutónica. El papa Benedicto XVI le otorgó el título de doctora de la Iglesia junto a San Juan de Ávila durante la misa de apertura de la XIII Asamblea general ordinaria del sínodo de los obispos.
También es sorprendente que la enciclopedia más conocida del s. XII emanara de una religiosa, la abadesa Herrade de Landsberg, o que multitud de religiosas cristianas gobernaran abadías, escribieran, enseñaran griego, hebreo, literatura… ya desde su más joven edad. La Iglesia, pues, ha sido la única en la historia que ha dado protagonismo a las mujeres y un lugar de poder. Eso sí, desde un punto de vista distinto, femenino, y siempre eminente.
Pues bien, la sociedad civil introdujo en su derecho los mismos estatutos de la mujer, que estas gozaban en el seno de la Iglesia:
- casadas y actuando por sí mismas,
- abriendo tiendas y comercios sin tener que presentar autorización marital.
No será hasta la Edad Moderna, en los Decretos del Parlamento francés de 1593 (casi en el siglo XVII), cuando a la mujer se le aparte explícitamente de toda función estatal.
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* Regine Pernoud, historiadora francesa de renombre, especialista en al Edad Media, muestra el lugar privilegiado de la mujer en esa época en varios de sus libros, entre ellos La mujer en el tiempo de las catedrales y Leonor de Aquitania. También hizo un trabajo profundo con relación a la figura de Santa Juana de Arco.