Esta es una foto del gran San Juan Bosco, fundador de la Congregación Salesiana. Se nota la expresión eminentemente sacerdotal, pero de un hombre del pueblo. Nadie se imaginaría que él había nacido en una capa social alta. Es un campesino que se convirtió en sacerdote, y esto era una gloria para él.
Hay algo en él de verdadera majestad. ¿En qué consiste tal majestad? Analizamos su fisonomía: el pelo medio revuelto, con un mechón que cae un tanto arriba de uno de los ojos, y una risa que le da una cierta elevación y dignidad. Las orejas son grandes, lo que aumenta aún más la impresión de la altura de la cara. La nariz, sin tener nada de disforme, es bastante larga y resalta la extensión del rostro.
Los ojos revelan a una persona que es consciente de que la altura de su rostro es sólo un símbolo de la grandeza de su alma. Y hay en él algo de resuelto y de triunfal, de alguien que triunfó o está triunfando sobre toda especie de obstáculo. ¡Encantado y elevado! El triunfo de San Juan Bosco consiste en ello.
Él no está pensando en sí, sino en la fuerza de Nuestra Señora Auxiliadora, su gran protectora, que le ayudaba en las victorias que obtenía. Él contempla la gloria de Aquella que, en su persona, venció. Está considerando entusiasmado la victoria de Nuestra Señora Auxiliadora.
Con la cabeza alta, se tiene la impresión de que él siente que todo está situado por debajo de esas victorias.
Este es el nobilísimo San Juan Bosco.
(*) Extractos de la conferencia proferida por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira el 21 de mayo de 1983. Sin revisión del autor.