Si existe un milagro cuya grandeza no puede ser ocultada, es el de aquel repentino aparecimiento de la Santa Casa, donde Nuestra Señora recibió el anuncio del Ángel (Nazaret), en la región del Trsat (Tersato) en Dalmacia (Croacia), en el que se afirma que una legión de ángeles, enviados por Nuestro Señor Jesucristo para proteger su Casa, la transportó aproximadamente en el año 1291 para evitar su destrucción durante la invasión de los Mamelucos a Jerusalén.
Tal hecho deslumbró a los habitantes del sector que visitaron el hogar de Nuestra Madre y vieron su imagen de cedro con un niño en sus brazos. El misterio fue resuelto posteriormente por una aparición a un sacerdote del lugar, a quién se le reveló que esta construcción antigua fue la morada de la Sagrada familia, además de aliviarlo de una enfermedad que lo azotaba.
Años más tarde la construcción sería movida nuevamente por mano de los santos Ángeles, pero en esta ocasión hasta un bosque de Laureles, en la orilla occidental del mar Adriático. Desde aquel momento la advocación de Nuestra Señora tomará el nombre de la Virgen de Loreto.
Por 1469, luego de numerosos intentos por asaltar la Santa Morada, se construyó alrededor de ésta una Basílica, con el afán de resguardar mejor las reliquias de Nuestra Señora y de la Sagrada Familia. En este orden, la Santa Casa también fue revestida con una fachada de mármol por orden del Papa Julio II.
En cuanto a la imagen de Nuestra Señora, la original fue un retrato de cedro que a causa del fuego y humo que estuvo a su alrededor en distintas épocas y por diferentes motivos fue tomando una tez mestiza, y que, destruida en el año 1921, solo se conserva en la actualidad una réplica.
En la imagen se vislumbra un amplio vestido que cubre sus brazos y detalles bordados con hilo de oro, con una gran corona que simboliza la potestad de la Iglesia Católica sobre el mundo. En sus manos Nuestro Señor Jesucristo, en su infancia, con una corona de oro, que tiene extendidos sus dedos de la mano derecha, en acto de bendición, y, en la otra mano, una esfera de oro y una cruz, en señal de la dominación del Reino de Nuestro Señor.
En la actualidad la Santa Casa que contiene en su altar a la Virgen de Loreto es considerada uno de los lugares más sagrados del mundo, provocando a quienes visitan el sitio una sensación de abandono de la vida terrenal y, en donde santos como San Francisco de Sales y Santa Teresa de Lisieux realizaron sus votos para consagrarse a la vida religiosa.
Nuestra Señora de Loreto nos lleva como sus hijos a una predisposición perfecta para defender, con verdaderos votos de amor, fe y confianza -desde nuestras diferentes posiciones en la sociedad- los ataques y herejías a su Sagrado Corazón y al de su Hijo, suscitando de entre sus fieles a almas dispuestas a una consagración perpetua en el servicio a Dios.