Dado que la estructura jerárquica de la Iglesia es una verdad de Fe, no es sorprendente que los Papas mantengan esta enseñanza. Sin embargo, a propósito de los abusos sexuales de Obispos y sacerdotes, los intentos de democratizar la Iglesia se vuelven a mostrar como una solución. Se ha llegado a proponer una especie de tribunales populares para juzgar a los Obispos.
Esta doctrina fue condenada ya en el siglo XIV por el Papa Juan XXII como “contraria a las Sagradas Escrituras, peligrosa para la fe católica, herética y errónea”. A lo largo de los siglos la idea vuelve a aparecer y a ser condenada en el galicanismo, el jansenismo y el febronianismo.
Estas teorías republicanas sobre la Iglesia han sido condenadas porque “contienen proposiciones, respectivamente falsas, escandalosas, audaces, injuriosas, que conducen a cismas, cismáticas, erróneos, que conducen a herejías, hereticas y algunas condenadas por la Iglesia” [1]
Papa Pío XII: No hay poder en la Iglesia que emane del pueblo.
Poco después de la Segunda Guerra Mundial, el Papa Pío XII, en la Alocución a los Auditores de la Rota del 2 de octubre de 1945, volvió a condenar la opinión de que la Iglesia debe transformarse en una especie de democracia. Aquí publicamos algunos extractos del documento [2] (Los subtítulos son nuestros).
El poder eclesiástico difiere esencialmente del poder civil
Si consideramos la tesis favorita de la democracia (una tesis constantemente defendida por grandes pensadores cristianos), que el sujeto del poder político que se deriva de Dios es, antes que nada, el pueblo (no las “masas”), la distinción entre Iglesia y Estado, incluso en un Estado democrático, se vuelve cada vez más clara… El poder eclesiástico es, de hecho, esencialmente diferente del poder civil.
Los orígenes de la Iglesia, a diferencia de los de la sociedad civil, son sobrenaturales
El origen de la Iglesia, a diferencia del Estado, no surge de la Ley Natural… La Iglesia se deriva de un acto positivo de Dios que está más allá y por encima del carácter social del hombre pero en perfecta armonía con él.
La sociedad civil crece desde abajo hacia arriba, mientras que la Iglesia nos llega desde arriba
Esta diferencia fundamental se manifiesta en un punto por encima de todo. A diferencia del fundamento del Estado, la fundación de la Iglesia, como sociedad, se llevó a cabo no desde abajo, sino desde arriba.
Cristo no participó a la comunidad su misión como Maestro, Sacerdote y Pastor
Cristo, Quien en Su Iglesia ha establecido el Reino de Dios en la tierra, que anunció y destinó a todos los hombres y edades, no entregó a la comunidad de los fieles la misión de Maestro, Sacerdote y Pastor que recibió del Padre para la salvación de todos los hombres. Lo entregó, más bien, a un colegio de apóstoles o enviados elegidos por Él mismo para que, por su predicación, su ministerio sacerdotal y su poder social, respectivamente, traigan a la Iglesia la multitud de fieles para santificarlos, iluminarlos y guiarlos a la plena madurez como discípulos de Cristo.
El sujeto básico del poder en la Iglesia nunca es la comunidad de los fieles
En la Iglesia, en contraste con el Estado, el sujeto básico del poder y su manifestación última, el juez supremo, nunca es la comunidad de los fieles. Por lo tanto, no existe un tribunal popular o poder judicial que emane de la gente en la Iglesia como fue fundada por Cristo, y no puede haber.
La Iglesia es una sociedad jerárquica
Según el teólogo jesuita p. Joachim Salaverri, los fieles deben creer como verdad de Fe que la Iglesia es una sociedad jerárquica y no una democracia:
Que la Iglesia, como institución, no es una sociedad democrática sino jerárquica, fue definida por Pío VI contra el Sínodo de Pistoia (Denzinger 1502); contra los protestantes por el Concilio de Trento (Denzinger 960, 966); contra los modernistas por San Pío X (Denzinger 2145, 3); y contra los innovadores por el Concilio Vaticano I (Denzinger 1827s). Por lo tanto, se puede llamar una verdad definida de fe. [3]
[1] Denzinger, no. 1500, nota 1.
[2] Acta Apost. Sedis, 1945, pp. 256-62, quoted in Journet, The Church of the Word Incarnate, Vol. I, pp. 488-489.
[3] Salaverri, De Ecclesia Christi, in VV.AA, Sacrae Theologiae Summa, Vol. I, no. 130.
Fuente: TFP.org