Oración para la Consagración del Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús

Oración que se rezó el 25 de marzo de 1874 para la Consagración del Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús.

Jaculatoria de este día: Divino Corazón de Jesús, pues nos hemos consagrado a ti, perdona, convierte y santifica a todos los hijos de tu pueblo para que en él establezcas el reinado de la caridad.

Oración:

 

Este es, Señor vuestro pueblo, Siempre, Jesús mío, os reconocerá por su Dios. No volverá sus ojos a otra estrella que a esa de amor y misericordia que brilla en medio de vuestro pecho, santuario de la Divinidad, arca de vuestro Corazón.

 

¡Mirad, Dios nuestro!: gentes y naciones poderosas traspasan con muy agudos dardos el dulcísimo seno de vuestra misericordia. Nuestros enemigos insultan nuestra Fe y se burlan de nuestras esperanzas, porque las hemos puesto en Vos. Y, sin embargo, este vuestro Pueblo, su Jefe, sus Legisladores, sus Pontífices consuelan a vuestro Vicario, enjuagan las lágrimas de la Iglesia; y, confundiendo la impiedad y apostasía del mundo, corren a perderse en el océano de amor y caridad que les descubre vuestro suavísimo Corazón.

 

Sea pues ¡Dios nuestro! sea vuestro Corazón el faro luminoso de nuestra Fe, el áncora segura de nuestra esperanza, el emblema de nuestras banderas, el escudo impenetrable de nuestra flaqueza, la aurora hermosa de una paz imperturbable, el vínculo estrecho de una concordia santa, la nube que fecunde nuestros campos, el sol que alumbre nuestros horizontes, la vena en fin riquísima de la prosperidad y abundancia que necesitamos para levantar templos y altares donde brille, con eternos y pacíficos resplandores, su santa y magnifica gloria.

 

Y, pues, nos consagramos y entregamos sin reserva a vuestro Divino Corazón, multiplicad sin fin los años de nuestra paz religiosa; desterrad de los confines de la Patria la impiedad y corrupción, la calamidad y la miseria. Dicte nuestras leyes vuestra Fe; gobierne nuestros tribunales vuestra justicia, sostengan y dirijan a nuestros jefes vuestra clemencia y fortaleza; perfeccionen a nuestros sacerdotes vuestra sabiduría, santidad y celo; convierta a todos los hijos del Ecuador vuestra gracia y corónelos en la eternidad vuestra gloria.

 

Para que todos los pueblos y naciones de la tierra, contemplando con santa envidia la verdadera dicha y ventura del nuestro, se acojan a su vez a vuestro amante Corazón y duerman el sueño tranquilo de la paz que ofrece al mundo esa Fuente pura y Símbolo perfecto de amor y caridad. Amen.

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