
Nuestra Señora de Guadalupe apareció el 9 de diciembre de 1531 a San Juan Diego (1474-1548, canonizado en 2002 por el Papa Juan Pablo II) en el morro Tepeyac, donde se alza hoy la Capilla del Cerrito. La Virgen y Madre de Dios habló en su lengua, el náhuatl. El noble indígena tenía entonces 57 años y ya estaba bautizado. La tercera y última aparición se dio el 12 de diciembre del mismo año. Como prueba de la autenticidad de la aparición, Nuestra Señora dejó milagrosamente impreso en el manto (tilma) del vidente Su imagen estampada como arriba se puede ver. Varios descubrimientos científicos recientes se han hecho en esa imagen.
Hoy es la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe.
En el libro de Edesia Aducci, “María y sus títulos gloriosos”, se puede leer el diálogo entre Nuestra Señora y el vidente Juan Diego:
En la primera aparición, Nuestra Señora, hablando en el idioma mexicano, se dirige a Juan Diego: “Hijo, a quien amo tiernamente, como a un niño pequeñito y delicado, ¿adónde vas?” Respuesta de él: “Voy, noble señora mía a la ciudad, al barrio de Tlaltelolco, oír la santa misa que nos celebra el ministro de Dios y su súbdito suyo.”
Ella: “Se sabe, hijo muy querido, que yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, y es mi deseo que me erijan un templo en este lugar, de donde, como Madre piadosa tuya y de tus semejantes, mostraré mi clemencia amorosa y la compasión que tengo de los naturales y de aquellos que me aman y buscan; oiré sus rogos y sus súplicas, para darles consuelo y alivio; y para que se haga mi voluntad, has de ir a la ciudad de México, dirigiéndote al palacio del obispo que allí reside, al que dirás que yo te envío y que es voluntad mía que me edifique un templo en este lugar; referirás cuanto viste y oíste; yo te agradeceré lo que por mí hagas a este respecto, te daré prestigio y te exalté.
Respuesta de él: “Ya voy, nobilísima Señora mía, ejecutar tus órdenes, como humilde siervo tuyo.
Nuestra Señora de Guadalupe
Segunda aparición: Juan Diego vuelve del palacio del obispo, el mismo día, por la tarde. La Santísima Virgen lo esperaba. “Mi muy querida Reina y altísima Señora, hice lo que me mandaste, y, aunque no pudiera entrar a hablar con el señor obispo sino después de mucho tiempo, te comuniqué tu mensaje, como me mandaste; me oyó con atención y con atención; pero, por su modo y por las preguntas que me hizo, entendí que no me había dado crédito; por lo tanto, te pido que te encargas de ello una persona (…) digna de respeto, y en quien se pueda creer, porque bien sabes, señora, … que no es para mí este negocio al que me envías; perdona, mi Reina, mi atrevimiento, si me aparté del respeto debido a tu grandeza; que yo no haya merecido tu indignación.

La Santísima Virgen insiste con Juan Diego. Este vuelve al obispo y el prelado exige una señal de la aparición. Vuelve el indio y Nuestra Señora manda que vuelva al día siguiente, al mismo lugar, que Ella satisfaría el deseo del obispo; pero Juan Diego, necesitando llamar al sacerdote para su tío, que adolecía gravemente, y se desvía del camino combinado, seguro que la Santísima Virgen no lo vería. Pero he aquí que la Virgen le aparece en otro lugar. “¿Dónde vas, hijo mío, y por qué tomaste este camino?” Juan Diego: “Mi muy amada Señora, Dios te guarde! ¿Cómo amaneció? ¿Estás con salud? … No te has agasajado con lo que te voy a decir: está enfermo un siervo tuyo, mi tío, y yo voy rápidamente a la iglesia de Tlaltelolco, para traer a un sacerdote para confesarlo y ungirlo, después de hacer esta diligencia, volveré a este lugar, para obedecer tu orden. Perdóname, te pido Señora mía, y tiene un poco de paciencia, que mañana volveré sin falta”.
Respuesta de ella: “Oye, hijo mío, lo que te voy a decir: no te aflija nada, ni temas de enfermedad ni otro accidente penoso. ¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi protección y amparo? ¿No soy yo vida y salud? ¿No estás en mi regazo y no andas por mi cuenta? ¿Tienes necesidad de otra cosa?… No tengas cuidado alguno con la enfermedad de tu tío, que no morirá esta vez, y debes estar seguro de que ya está curado “.
* * * *
Con respecto a este acontecimiento, varios comentarios se pueden hacer. De estos, creo que lo más interesante es aquel en que ha habido menos insistencia: sobre la actitud de Juan Diego ante la Virgen y el lenguaje que tiene para con ella.
Digo esto porque los otros aspectos de la cuestión-a saber, que Nuestra Señora se complace en aparecer a los humildes, que busca a las personas sencillas para mandar recados a las grandes, que busca las almas castas para que sean Sus portavoces-, se ha hecho en tantas apariciones, que me parece que no hay una razón especial para insistir sobre esto en la noche de hoy.
Pero el lenguaje y la actitud del indio hacia Nuestra Señora tiene un sabor extraordinario. Ella lo trata como un hijo de una nación que está en decadencia, de un indio, de un pueblo que está desapareciendo, pero es un alma pura, un alma simple. Ella lo trata, entonces, con un cariño extraordinario, casi como se hace con un niño. La gente ve, por un lado, la predilección que la Virgen tiene no sólo por las almas grandes, heroicas, que realizan hechos históricos pero, por otro lado, como Ella ama todas las formas de belleza, todas las formas de virtud, el amor que también tiene por las almas simples, pequeñas, que le son completamente volcadas y que ignoran su propia virtud, como Ella habla a esas almas con una ternura completamente particular.

Después, tenemos la actitud de Juan Diego para con Nuestra Señora: él le dirige la palabra como un verdadero cortesano, saluda a Nuestra Señora, pregunta cómo Ella va pasando, si está bien … y después de haber descrito el fracaso de la misión que tuvo , se porta como un verdadero diplomático y le explica la razón humana de su fracaso. Al mismo tiempo, manifiesta su deseo de no aparecer, de no brillar. Los señores están viendo todas las cualidades de alma que entran en eso.
Resultado: Nuestra Señora aprecia su actitud, sonríe al consejo diplomático y no lo acepta. Por el contrario, exige que él vuelva. Juan Diego, obediente, regresa, pues no tiene pereza, no le hace resistencia, es hijo de la obediencia. ¿Recibió orden? Nuestra Señora quiere? ¡Él vuelve de nuevo!…
Nuestra Señora reprodujo Su imagen en el manto de Juan Diego, el cual murió en olor de santidad y se cuida de su canonización.
Aquí tienes un principio que me gustaría a destacar: donde hay verdadera virtud, aparece delicadeza, cortesía, maneras nobles. Por el contrario, donde la virtud muere, las maneras nobles, la delicadeza y la cortesía van desapareciendo…
Juan Diego, como tiene delicadeza de alma, sabe tener delicadeza de maneras, y sabe tratar a Nuestra Señora con respeto, con una verdadera hidalguía. Por el contrario, si él no tenía la delicadeza de alma, que podía ser un caballero, pero no tratar de Madonna con la verdadera nobleza.
Lo que, a su vez, demuestra lo siguiente: si la civilización occidental desarrollado buenos modales, la nobleza de la operación, el propietario, el garbo, el tono aristocrático a un punto en el que cada vez hay civilización alcanza, es porque hubo una Edad media , donde nacieron y continuaron desarrollándose incluso después del final de ese tiempo estas cosas. Hubo un momento de alta virtud, de alta piedad, donde las almas quedaron ávidas de nobleza de trato, de delicadeza, de grandeza. Y como las costumbres nacen de la avidez de las almas buenas o malas, de ahí germinó – en el suelo sagrado de la Europa Cristiana – toda la cortesía occidental, hija precisamente de esa piedad y virtud.
Cuando vino la Revolución, que trinqueteó la vida espiritual de Europa, cuando entraron los principios igualitarios en el espíritu del europeo, comenzó inmediatamente la decadencia. ¿Por qué? Ya que bajo este punto de vista, la revolución, el igualitarismo, la falta de delicadeza de sentimientos y la falta de nobleza de formas son cosas completamente relacionados . Y no puede tener nobleza de maneras, ni delicadeza de sentimientos, quién es igualitario. El que es igualitario tiene lo contrario dentro de sí: es egoísta, brutal, tiende al régimen de masa, no quiere reconocer los méritos y las cualidades de los demás, sino, por el contrario, quiere sujetar toda la vida social y toda convivencia humana y, por lo tanto, , todo el trato de las almas a una dura, fría y ruda igualdad.
Entonces, ustedes tienen la baja del tono aristocrático de Europa y la aparición de esa cosa monstruosa que es el estilo hollywoodiano, que es exactamente el igualitarismo y la falta de elevación de trato. Pero los señores tienen además, como etapa posterior de la Revolución, el igualitarismo total soviético, la crueldad soviética, la brutalidad soviética que es el extremo opuesto de aquella delicadeza que germinaba en el alma virginal, sobrenatural y tan delicada de nuestro buen Juan Diego.
Por lo tanto, se entiende bien la cantidad de cortesía y el tono aristocrático son hijos de la Iglesia Católica, Apostólica, Romana. Y, al contrario, los igualitarios, modales brutos bajos son triviales – precisamente – el fruto de la Revolución y del diablo.
Se queda aquí un comentario acerca de las maneras y del alma de ese buen Juan Diego. ¡Que Nuestra Señora de Guadalupe ruegue por nosotros!
Compartir:
