La verdadera "calidad de vida"

Impresionante aspecto del Coliseo. El viejo monumento, poderosamente iluminado por reflectores, deja ver otras bellezas de las que tiene a la luz del día, con todas las claridades del sol glorioso de Roma.

Una atmósfera de tragedia y catástrofe pesa sobre el ambiente. En segundo plano, se perciben los muros desmoronados del Coliseo. 

En primer plano, dos columnas de otra ruina se yerguen en el cielo oscuro, una partida y la otra entera pero inútil, como una protesta muda, vencida pero perseverante, contra los ultrajes de los siglos. Esta impresión de persistencia en sobrevivir, de mantención milenaria de un espíritu y de una tradición ya muerta, y esto dentro de un ambiente totalmente transformado, se desprende todavía de un modo más conmovedor de las murallas que restan en pie.

 

A la luz de los reflectores, las farolas del alumbrado público, el asfalto húmedo y marcado por los neumáticos todo esto afirma el siglo XX. Pero la masa armoniosa, imponente, seria, al mismo tiempo leve y monumental del Coliseo, hace sentir en este ambiente moderno toda la nobleza, la dignidad y la pujanza del Imperio, toda la elevación, la robustez, la lógica del espíritu romano, que tenía por ideal el Derecho. Todo se deshizo. De vivo, el Coliseo sólo tiene la sangre todavía caliente de los mártires.

 

Entretanto, en esto que es una ruina, existe una atracción que se ejerce hasta en los puntos más extremos de la Tierra, determinando la afluencia de turistas de las regiones más remotas. Es que un gran ideal de belleza refulge todavía en estas piedras muertas.

 

*   *   *

 

Tout passe, tout casse, tout lasse et tout se remplace. De perenne en el mundo, sólo la Iglesia. El Coliseo se trasformó en una ruina. Un día podrá volverse ruina el Maracaná. ¿Y qué impresión dejarán sus restos, si quedaren restos? Las partes de un todo homogéneo no pueden valer más que este todo. Si la iluminación nocturna del Coliseo hace ver toda la grandeza de éste, la fotografía aérea del Maracaná pone al descubierto todas sus carencias. Se diría que es la pieza de una máquina, banal, ruda, sin alma, en la cual se apiñan algunos millares de hormigas: son los espectadores. Es la expresión de un mundo que tomó por ideal, no el Derecho como Roma, ni la filosofía como Grecia, y mucho menos la teología como el siglo XIII, sino la máquina.

 

La máquina, o sea, la materia. Almas materialistas, hombre materializado, mecanizado, esto es lo que se ve en el Maracaná como en tantos estadios similares.

 

¿Vendrán algún día los pueblos a ver sus ruinas? Tal vez… para comprender mejor cómo se desplomó nuestra civilización, para menear la cabeza, y continuar su camino pensando en la justicia de Dios.

 


Compartir:



Nuevas publicaciones

Reciba GRATIS nuestras nuevas publicaciones



Artículos relacionados